Capítulo229
En un abrir y cerrar de ojos, Rodrigo perdió todo el color de su rostro. Ni siquiera tuvo tiempo de ver
cómo Clara actuó, cuando se dio cuenta, ¡la daga de mariposa ya estaba apuntando a su cuello!
La daga de mariposa, un arma tan insidiosa como letal. Una simple chica llevando algo así para
enfrentar a un enemigo, ¡verdaderamente despiadada!
-No me sigas, Rodrigo–Clara entrecerró los ojos ligeramente, la afilada hoja de la daga acarició
suavemente su mejilla–incluso si todos los hombres del mundo desaparecieran, aún no te elegiría
a ti.
-Entonces, si solo quedamos Alejandro y yo en todo el mundo, ¿a quién elegirías?-Rodrigo
tembloroso preguntó con una voz entrecortada.
Clara se rio fríamente: -Tampoco serías tú.
El orgulloso y arrogante Rodrigo se desmoronó en pedazos.
En ese momento, la puerta de la oficina se abrió.
-Clara, ¿qué está pasando aquí…?–Diego estaba en la puerta, con una expresión de sorpresa.
Clara contrajo sus pupilas, guardó rápidamente la daga de mariposa y sonrió encantadoramente: –
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Hermano mayor, ¿cómo es que vienes sin avisarme?
¡Esta mujer cambia de actitud tan rápido!
Rodrigo se enderezó rígidamente y, finalmente, miró profundamente a Clara con ojos rojos, luego
se dio la vuelta y salió sin rumbo fijo.
Diego lo miró de reojo, notando que su orgullo y altivez se habían derrumbado por completo, sin
poder evitar fruncir el ceño con incredulidad.
En toda la Ciudad de México, la única mujer que podía derrotar así a Rodrigo era su hermana, Clara.
-Hermano mayor–Clara se abrazó alegremente al cuello de Diego–¿cómo estás? ¿Ya sanó tu
herida?
-Ya me quitaron el vendaje, ya estoy casi bien–Diego la levantó del suelo como cuando eran
niños, la hizo girar en el aire y dijo: -Solo fue una herida en la piel, no soy tan frágil.
Así era, su hermano mayor solía tener ese trabajo. Si eso saliera a la luz, incluso Flores se
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controlaba las fuerzas de Valencia, Ciudad de México, Japón y el sudeste asiático, sería el hombre
amable y gentil que tenia delante.
Más tarde, ocurrió algo y su hermano mayor se retiró repentinamente de su posición de líder de la
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pandilla, dejando de preocuparse por los asuntos del hampa y en su lugar, enfocándose en
cultivarse y cortar por completo los lazos con las fuerzas oscuras.
Incluso Clara no podía entender cómo un hombre que nunca mató a nadie, que no intimidaba a los
débiles, que no fumaba ni bebía, pudo llegar a ser el líder de la pandilla.
Bajo esa sonrisa amable de su hermano mayor, seguramente había secretos muy profundos.
-¿Qué pasó entre tú y Rodrigo?
Diego soltó una ligera risa con cierta resignación: -Él trataba a los demás de cierta manera, pero
contigo era sincero. Aunque no le dabas la oportunidad, no debías haberle golpeado en la cara con
un cuchillo, los chicos querían mantener su orgullo, y más aún si él era el futuro heredero de la
familia Rodríguez.
-Si no lo hacía así, él me seguiría acosando–dijo Clara cansada, apretándose el entrecejo.
-Rodrigo estaba tan desesperado por conquistarme que ni siquiera le importaba su propia
dignidad. Si lo rechazaba con firmeza, aun así continuaría persiguiéndome. En fin, ahora estaba
volviendo a mi papel de señorita, y no quería involucrarme con nadie del lado de Alejandro. Sabía
que había sido un poco excesiva esta vez, pero no podía evitarlo. Era mejor resolverlo cuanto antes.
-De vez en cuando, desearía que mi hermana pudiera equilibrar su personalidad con la de Irene-
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suspiró Diego.
-Eso ya no es posible, porque yo misma enterré a Irene con mis propias manos–dijo Clara
arrastrando las palabras.
Tras coquetear un poco con su hermano mayor, Clara se sentía un poco cansada y se recostó en las
piernas de Diego.
Diego levantó ligeramente las comisuras de los labios y con sus dedos largos y atractivos, presionó
suavemente su sien, masajeándola con ternura.
-Hermano mayor, ¿viniste a buscarme porque tenías alguna información?– preguntó Clara
cerrando los ojos, disfrutando del momento.
-Clara, eres la más inteligente, seguro que lo adivinas–respondió Diego con una sonrisa,
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-¿Has pensado en algún método para lidiar con el grupo Hernández?– preguntó Clara con voz
perezosa y arrastrada.
-Si estás cansada, también puedo ayudarte con Beatriz–dijo Diego manteniendo siempre una scnrisa,
pero sus emociones eran dificiles de discernir.
-No, Beatriz tienes que dejarla para mí. Si no soy yo quien se encarga, su vida sería muy lamentable–
Clara entrecerró los ojos como los de un gato, brillando con un frío resplandor.
Beatriz había molestado a Clara en varias ocasiones, y esta vez, Clara estaba decidida a ponerle fin
de una vez por todas.